La armadura de tu belleza

 


Mi corazón yacía plácidamente, recostado en el verde césped de los parajes de mis emociones, arrullado por el murmullo de las aguas cristalinas de mis sentimientos, quienes corren en forma de riachuelos, que nacen desde los riscos de mi alma.

Él, se recuperaba de las profundas heridas provocadas por las terribles tormentas, traídas por los tempestuosos vientos de la muerte. Mismas que, casi le arrebatan su latir, al llevarse consigo a quienes eran parte esencial de su vida.

Así, en medio de la tranquilidad, luego de la tempestad; en el horizonte, apareció el brillante resplandor de tu belleza, cautivadora, solemne y orgullosa. Como una reina que camina entre sus súbditos, en tanto estos, le flanquean el camino.

En ese momento, mi corazón despertó de su letargo, y al mirar tu hermosura, quedó cautivado y sin palabras. Se dirigió hacia a ti, de la única forma en que se ha convertido en un maestro, por medio de la lírica.

Te dedicó poemas llenos de encanto y ternura, sin recibir respuesta alguna de tu corazón silente. Cómo si cada palabra que te escribiera, se estrellara contra el gran muro de tu orgullo.

Así, mis afectos, en un intento de asedio a tu corazón, lanzaban una y otra vez, andanadas de palabras impregnadas de devoción hacia ti.

Poco a poco, se le fueron terminando los recursos para mantener la lucha por conquistar tu afecto. Llevando a mi corazón, a culminar su empresa de seducción.

Tu vanidad, dura armadura forjada por tu belleza, repelió sin mayor esfuerzo cada acometida e intento, de mis sentimientos por alcanzar a tu corazón.

Ni las propias flechas de cupido, habrían podido atravesar, tan sólida armadura, como el mismo granito de la indiferencia y la altivez.

Fue entonces que mi corazón, agotado por la lucha infructuosa, decidió retirarse a reposar, en el verdor de mis emociones, quienes igual sufrieron de heridas por la contienda.

Pasado el tiempo, con las heridas restablecidas, mi corazón despertó al alba. Fue entonces, que lo iluminó tu hermosa sonrisa, portando una radiante belleza divina, sin armadura, y con un beso le expresaste:

Nuestro tiempo ha llegado, sin mayor lucha ni dilación, que la de permanecer juntos, frente a las tormentas que se presenten ante nosotros. Mismas que sortearemos, con el amor que nos acompañará por siempre.

 

HugoHH 2024

 

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